martes, 20 de mayo de 2014

Naranjas de la China: Souvenirs de China



Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. No siempre estoy de acuerdo con esta afirmación, pero sí creo que para que lleguen cosas nuevas, hace falta decir adiós a algunas otras. Tiramos la ropa vieja que no usamos o que se nos ha quedado pequeña. Hay a quien se le queda grande pero no es algo de lo que yo pueda presumir... Hacemos limpieza y nos deshacemos de documentos que ya no nos sirven, de trastos inútiles o de cosas que nunca quisimos pero que, por miedo, por compromiso o por tozudez, hemos conservado. Supongo que todos hacemos hueco en nuestros armarios, en nuestras casas y en nuestras vidas de vez en cuando. Bueno, a excepción de esos viejos con síndrome de Diógenes...

Por esta y otras razones, ha llegado la hora de cerrar una etapa. Se terminó la aventura china (ooooooooooooohhh). Después de casi dos años, catorce ciudades -y algunos pueblos pequeños-, El Año del Dragón, El Año de la Serpiente, El Año del Caballo, dos no-navidades, decenas de miles de kilómetros (sí, decenas de miles...), ¿millones? de mensajes de whatsapp intercontinentales, docenas de conversaciones en Skype, cientos de alumnos conocidos, montones de gente genuina y hospitalaria, toneladas de arroz y fideos y unas cuantas anécdotas que explicar a los nietos de otros... es hora de regresar a Europa. Puedo sentirlo.
Es hora de cerrar una etapa llena de cosas maravillosas para hacer sitio a lo que está por venir, sea lo que sea. Me toca hacer balance, como cantaban Los Rodríguez, Para no olvidar. Si no tienes tiempo, deja esto para otro rato, porque va a ser largo.

Con mi billete de avión recién impreso, veo tan cerca el regreso, que debo hacer un esfuerzo para recordar todas las cosas buenas que me llevo. El cansancio y la morriña son traicioneros y nos hacen ver solamente la cara negativa de las cosas. No quiero caer en esa trampa, así que trataré de hacer balance de manera objetiva y teniendo siempre en cuenta que esta tierra extraña -bonito eufemismo- me ha acogido durante este tiempo, cuando mi propia tierra me negaba una oportunidad.

Souvenirs "defectuosos" que, de todos modos, no cambiaría (porque de todo se aprende, ¿no?):

1. No echaré de menos los ruidos constantes, las bocinas de los coches a todas horas del día y de la noche, los fuegos artificiales para celebrar cualquier cosa (cumpleaños, bodas, inauguraciones, defunciones, nacimientos, goles del Betis...), los vecinos que taladran las paredes el domingo a las siete de la mañana -para dejar de hacer ruido cuando te has levantado-, los vecinos que gritan en la escalera, en el ascensor... No echaré de menos los berridos de la gente al teléfono (Wei??????!!!!!!), por la calle, en el hospital... No echaré de menos dormir con tapones siete de cada seis días.

2. No extrañaré la suciedad omnipresente, la basura tirada en cualquier parte, las madres que dejan a sus niños mear y cagar en cualquier parte -literalmente-, la gente que come o bebe en la calle y tira papeles y plásticos, botellas... al suelo. No extrañaré el hedor de los urinarios (bueno, no extrañaré los urinarios), ni la mierda que se pega en las fachadas de los edificios a causa de la polución.

3. No voy a echar en falta la censura ni el convencionalismo. No añoraré navegar por internet sin tener que pagar una VPN. No echaré de menos censurar mi propia conversación, evitando temas polémicos (religión, política, sexo, drogas, rock 'n roll...).

4. Podré vivir sin la comida china, que me destroza el estómago y los intestinos. Mi tracto digestivo agradecerá el regreso del pan, del jamón, de las verduras crudas, de las salsas no picantes, del aceite de oliva, del queso y los yogures de verdad. No echaré de menos los refritos, ni el picante que hace que al día siguiente cagues fuego, ni la comida que estriñe, ni el agua hervida, ni la cerveza "aguachirri", ni el licor de arroz que dejaría tieso a un elefante, ni los aceites reutilizados, ni los huevos verdes o negros, ni las cosas-raras-que-no-sé-qué-son... ni los cien mil vinagres que no son de módena. Va, voy a ser buena y salvo los mooncakes y el hot-pot...

5. Seré feliz sin tener que volver a entrar a un banco chino, sin tener que esperar tres horas para hacer un ingreso, sin tener que firmar veinte veces para sacar cien yuans y sin tener que pedir permiso al universo y al mismísimo Buda para hacer una transferencia internacional.

6. La vida será más fácil sin la improvisación constante de los chinos, sin su tediosa burocracia y su escaso uso de la lógica y el sentido común en general (¿esoquéhloqueéh?).

Souvenirs "con clase" (de los que quedan tatuados en el alma):

1. Lo que se siente al entrar en un templo budista que no está lleno de turistas, y escuchar los mantras de boca de los propios monjes, mientras hueles el incienso.



2. Los edificios inigualables de Shanghai y Hong Kong. Las vistas de estas ciudades increíbles desde algunos de los rascacielos más altos del mundo.



3. Los canales milenarios y La Gran Muralla. Indescriptible.

4. Que tus alumnos te respeten e incluso ¡te quieran! De esto no hay mucho en Europa...



5. Las personas con aura que te encuentras por el camino (Fabián, Cristina, Maiker, Steve, Josh, Jozephine, Camilo, Anna, Lisa, Esson, Ignacio, Marco, Víctor, Mili, Rick, Jessica, MaryAnn, Jeannine, Jean, Gene, Chen, Jocelyn, Bob, Antoine, Ceci, Jing, Bernardo... y seguro que me olvido a más de uno...). Gente que viene, que va y que se queda. Amo a la gente que mueve su culo por el mundo. Son casi siempre almas increíbles.

6. La estatua de Bruce Lee en la Avenida de las Estrellas en Hong Kong.

7. El Año Nuevo chino en los casinos de Macau con gente estupenda.

8. Pasear por la hermosa Suzhou en tuk-tuk.



10. Las sonrisas (a veces feas, pero sonrisas al fin y al cabo) de la gente que te ve como a Copito de Nieve, el gorila blanco que es diferente. Su hospitalidad infinita y su curioso (pero existente) sentido del humor.


Souvenirs "rarunos" que no se pueden olvidar:

1. Sentirme como Penélope Cruz en el súper o en las tiendas, cuando todos te señalan (e incluso te hacen fotos). Curioso el momento en el que haces como los famosetes y te pones las gafas de sol dentro de los locales, para tapar los ojos laowai y pasar desapercibido (y además, no funciona).

2. Quedarme un buen rato mirando una partida de Mahjong sin entender una mierda y acabar comprándome uno para "aprender"...



3. El sabor a cangrejo crujiente de un escorpión frito.

4. Los letreros "perdidos en la traducción". Ahí va una muestra...



5. El té con whisky en las discotecas mientras juegas una partida de dados haciendo gala de tu nivel de mandarín y demostrando que te sabes los números del uno al seis (yi, er, san... ¿cómo era?).

6. Un Madrid-Barça en chino a las tres de la madrugada. Creo que me habría gustado más si hubiese ganado el Madrid...

7. Meter los pies en el Mar del Sur de China después de haberme pasado siete meses sin pisar una playa.

8. Ir a la peluquería y al Spa, ver cómo las chinas se fríen el pelo para no llevarlo liso y hacerme las uñas por cuatro euros (aunque aún mejor hacerme las uñas gratis en el restaurante después de cenar...).



9. Vestirme de china tradicional y hacerme fotos con una flauta travesera china, una tabla de surf con cuerdas, una bandurria-ukelele y un pay-pay. Impagable.



10. Ir a una boda china y no entender absolutamente nada de lo que sucede a tu alrededor, poner cara de "qué bien me lo estoy pasando", y beber más de la cuenta para olvidar que estás en una boda china.

11. Que todo el mundo te diga lo guapa que eres y lo grandes que son tus ojos (¿perdón?). Que todo el mundo te diga que la chica que pesa diez kilos menos que tú está gorda, pero tú no, porque tú tienes curvas (¿perdón?). Que todo el mundo te pregunte por qué no llevas gafas pero sí gafas de sol, por qué llegas en septiembre y eres negra pero en enero eres blanca, por qué te parece raro que cueste encontrar tampones en los súper, por qué no comes tortuga o testículos de toro, por qué esperas a que el agua hirviendo se enfríe en lugar de bebértela de primeras y abrasarte la lengua como hacen ellos... 

12. Un restaurante catalán de pollos a l'ast en Macau, un edificio con mi nombre en Shanghai, una tienda con ¿mi nombre? en Zhengzhou, un "Starfucks" en Beijing...






"La vida es como una caja de bombones y nunca sabes cuál te va a tocar". A mí me tocó uno con sabor a gamba agridulce y seguramente tardaré mucho en olvidar su sabor. ¿A qué sabrá el próximo que tome? No lo sé, pero ya estoy impaciente por mover mi culo a otras latitudes... y por contar las historias que ahora sólo puedo imaginar.

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