viernes, 27 de abril de 2012

Escribir es mentira


Lleva toda la tarde picándome una cita de Flaubert, autor de la obra maestra Madame Bovary, y necesito rascarme. Su afirmación podría resumirse en la creencia de que no debe uno escribir usando el corazón o la emoción. Me pregunto entonces cómo Wordsworth o Bécquer escribían sus poemas. Por otra parte, tampoco es posible, desde mi punto de vista de aprendiz de persona, escribir apelando exclusivamente a los sentimientos. De ser así, dudo mucho que los nombres de Derrida o Barthes tuviesen una octava parte de la importancia que tienen en el mundo de las letras.

Ahora bien, entonces, ¿cuál es el instrumento del escritor? ¿Se trata quizás de una combinación de su alma, sus conocimientos y sus experiencias? Según lo veo, no. Muchos escritores creen que uno no debe escribir jamás sobre lo que conoce, y otros creen exactamente lo contrario. Hay alma en muchas novelas y poemas, lo cual no exime la presencia del saber. Cualquiera que haya leído Hojas de hierba de Walt Whitman, sabe de lo que hablo. 

Charles Bukowski escribió sobre sus escarceos con las mujeres, las drogas, el juego y los bajos fondos (sí, un angelito, el amigo) usando una prosa sencilla que cualquiera que sepa leer entendería. Y, sin entender demasiado, puede cualquiera con sangre en las venas disfrutar de Kafka o Emily Dickinson.

Regresemos a la cuestión del origen de la esencia literaria. La mentira. Sí, la mentira. Porque, al fin y al cabo, ¿no es la vida un circo, un teatrillo de marionetas, una ficción? Y los escritores hablan de la vida, interior o no, en China o en Pernambuco. Pura metafísica más o menos adornada con el talento de quien va más allá de lo que puede tocarse o verse. 

Confieso, miento muy a menudo, ahora mismo, por ejemplo.