lunes, 10 de junio de 2013

Breve reflexión sobre el orgullo


La gente a menudo habla del desamor, del dolor que se siente al ser rechazado o dejado por la persona que amamos. Se vierten toneladas de palabras para describir las horribles sensaciones que esto produce. Algunas expresiones van desde el corazón roto y el alma partida hasta la tristeza absoluta. Al final, todo se reduce al orgullo. El corazón es un órgano fuerte, pero el orgullo es fácilmente fracturable. 

Lo curioso es que, generalmente, somos nosotros quienes arremetemos contra nuestro orgullo propio, lo machacamos sin piedad. Aun a sabiendas de que la otra persona no cederá, seguimos empeñados en despojarnos de nuestro amor propio a cabezazos si hace falta. Como los venados, yo pierdo mi orgullo y mis papeles a partes iguales, siendo siempre consciente de lo que estoy haciendo, a veces incluso disfrutando de mi propio masoquismo. 

¿Quién no se ha puesto en evidencia alguna vez, enviando un mensaje que no debía enviar, arrastrándose para conseguir una mísera réplica? Entonces saboreas ese momento amargo, el de los minutos que pasan, y puedes sentir como el orgullo se marcha por el desagüe. Has perdido. Aun así, y como siempre nos queda algo de amor propio, por ínfima que sea la cantidad, estamos a tiempo de volver a hacerlo, de repetir nuestra acción irracional para vernos caer otra vez en la trampa de la vergüenza. 

No me importa perder los papeles, siempre los acabo volviendo a encontrar, por ahí, guardados en algún cajón de mi sensatez. No me importa perder el orgullo, que regresa solo cuando, por fin, consigo que pierdas tú la partida.


2 comentarios:

  1. La narradora es un buen personaje, me la imagino con una sonrisa pícara al final, aunque me pregunto si no será una sonrisa amarga. No soy una persona orgullosa porque mi orgullo fue devorado -aunque sin él me va perfectamente-, pero cuando leo orgullo pienso más en rencor y en mentiras contadas a uno mismo y a otros que otra cosa... No creo que nadie deba dejar que le pisoteen, ni creo que nadie deba pisotearse a sí mismo, pero yo diría -y lo mismo me equivoco- que el orgullo es un fantasma de sueños rotos y recuerdos torcidos que nos dice que le debemos pleitesía mientras nos cuenta quiénes somos y nosotros comenzamos a difuminarnos en la imagen de lo que deberíamos ser (¡Mentiras, mentiras!). Me estoy rallando mazo, ¿no? Jajaja. Total, que bien. Yo qué sé, el duelo es un asunto muy complicado, pero como dice mi madre: "los cambios siempre son para mejor", y eso no es fe, es una postura ante la vida cojonuda... Vale, se me está volviendo a ir la olla. xD
    ¡Un abrazo! ^_^
    Por cierto, cuando vuelvas por aquí, no vaya a ser que mis proyectos migratorios lo impidan, te prometo que voy a visitarte, a no ser que ya me haya exiliado. =P

    ResponderEliminar
  2. Ay que ver con la narradora... no hay manera de que se calle... Yo sí soy orgullosa, es uno de mis trescientos millones de defectos (la exageración es otro, sí). Y bueno, pueS lo de jugar tiene su gracia siempre ¿no? Por cierto, si vienes de visita estaré encantada de verte. ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar

Di lo que piensas, ¡es gratis!