viernes, 5 de abril de 2013

El grupo de Bloomsbury: El amante de Lady Chatterley, y se hizo el escándalo



Durante los años que pasé en la universidad estudiando filología inglesa, leí cientos de libros. Tenía tantísimas lecturas obligatorias que, cuando llegaban las vacaciones, no quería leer ni las etiquetas del champú. Yo amo leer, es una pasión para mí. Sin embargo, cuando leer se convierte en un deber, obviamente, no se disfruta al mismo nivel (a veces, simplemente, no se disfruta a ningún nivel). De entre todo lo que tuve que leer en aquellos tiempos, salvaría de la quema un setenta por ciento aproximadamente. Por un lado, la mayoría de los clásicos (Dickens, Shakespeare, Blake, Poe, Whitman, Faulkner, Woolf...). Digo la mayoría porque fui incapaz de aprender a tolerar a Jane Austen (quizás mi próxima víctima) o a Hemingway, a pesar de mis numerosos intentos. Salvo a casi todos los poetas, y también a muchos escritores modernistas (de Joyce no sé qué decir...). Por supuesto adoro a los representantes de la contracultura americana como Kerouac o Burroughs, así como a los grandes nombres de la literatura poscolonial, especialmente a Selvon, y  defiendo ciertos nombres respetables de la narrativa contemporánea.

Recuerdo algunas novelas con cariño, pequeños descubrimientos que me hicieron mis profesores, como El gran Gatsby, Rebecca o Un pasaje a la India. Entre ellas, quiero destacar la obra más importante de D. H. Lawrence (aunque El arco iris tambien me fascina), que voy a comentar hoy, El amante de Lady Chatterley, una novela que me encanta y que, además, marcó un antes y un después en la manera de concebir el erotismo en la literatura inglesa.

De acuerdo, voy al grano. La novela cuenta la historia de Connie, la esposa de Sir Chatterley, inválido de guerra. Los Chatterley llevan una vida social muy activa y disfrutan de una existencia acomodada. Sin embargo, Connie no es feliz. Su marido no puede llenar su vacío, ese vacío que ella siente, concretamente, entre las piernas. La invalidez de Clifford Chatterley impide apagar los fuegos de su esposa. Pero entonces aparece Michaelis, un amigo de Clifford que se convierte en nuevo amigo con derecho a roce de Connie. ¡Pero estamos en los años veinte! (aunque la censura impidiese la publicación de la novela hasta finales de los cincuenta...) Por lo tanto, para Connie, el sexo por el sexo con Michaelis (o Mick) no le aporta satisfacción completa, especialmente porque resulta que este tipo es más bien egoísta en la cama, pero menos da una piedra. Sexo clandestino a espaldas del marido es mejor que nada.

De todos modos, Connie sigue insatisfecha. Entonces, empieza a dar paseos por el bosque, y un día conoce a Oliver Mellors, el guardabosques, símbolo de la masculinidad que, no sólo le va a dar a Connie sexo ardiente y de calidad, sino que también hará que ella se descubra, sin complejos, y se sienta la mujer más deseada y poderosa del mundo. Las escenas de sexo y los diálogos entre Connie y Mellors dieron mucho que hablar en la época, tanto que, como he dicho, la novela fue censurada y tachada de obscena y pornográfica. Obviamente, a día de hoy, rodeados de adolescentes que practican felaciones entre deberes de matemáticas y ensayos de ballet, puede no resultar tan fuerte. Aún así, esta es una de las novelas más eróticas que he leído, no por lo que dice, sino por lo que se intuye, el ardor entre los protagonistas, el deseo de lo carnal.

Connie es una mujer que se atreve a disfrutar del sexo en plena posguerra en la Inglaterra del saber estar, los protocolos y los buenos modales. Mientras la mayoría de las mujeres bordaban y hablaban de teteras, ella se pasaba por la piedra a un guardabosques. Sólo por esto vale la pena leer la novela. Y también porque las cosas censuradas merecen el eco que se les negó en su día. Es como darle una hostia al censor a través del tiempo. "¿Tú censuras el libro? ¡Pues yo lo recomiendo! ¡Que te jodan!"

A Lawrence se le tachó de pornógrafo en su época por poner a un rudo guardabosques entre las piernas de una señorita de alta curnia. Puede que en pleno 2013 la obra peque de machista en algunos momentos (hay quien dice que ha envejecido mal, y tal vez así sea), no en vano esta novela fue escrita hace casi un siglo. Dejadme añadir que quizás el final no esté a la altura. Aún así, por ser una novela que leí con ganas y por lo transgresor del personaje de Connie, la recomiendo totalmente. 

"Sí, la gente finge tener emociones cuando, en realidad, nada siente. Creo que ser romántico consiste en eso."