domingo, 8 de septiembre de 2013

Shelly pornostar





- Cómete los cereales, Marta. No te lo pienso repetir.
- No tengo hambre...
- Me da igual que no tengas hambre. Tienes que desayunar y vamos a llegar tarde. No me hagas enfadar. Termina de desayunar de una vez y lávate los dientes, hazme el favor.

La mirada azul de Marta se perdía en el constante ir y venir de la cuchara dentro del tazón de desayuno de loza. Tenía demasiado sueño como para comer nada. Fuera aún era de noche, hacía frío y ella quería seguir acostada en su cama blanda, entre aquellas sábanas rosas que olían a fresa y a golosinas.

No debían haber pasado más de cinco minutos cuando, de pronto, le retiraron el tazón de delante y la arrastraron al baño. Se vio a sí misma en el espejo, con el cepillo de dientes en una mano. Se cepilló los dientes lentamente, sin energía, mientras su madre se recogía el cabello en una coleta. Nunca se maquillaba, su madre. No era como las otras madres de la escuela, que tomaban café juntas después de dejar a sus compañeros en la puerta del colegio. Ella siempre se marchaba muy deprisa porque tenía que trabajar. Trabajaba todo el día para que a ella no le faltase de nada. Marta era una niña, pero era consciente de esto.

- Marta, por favor, date prisa. Todos los días igual... No vas a quedarte más a ver la tele hasta tan tarde. Luego no hay quien tire de ti por las mañanas. 

Escupió la pasta de dientes y fue al dormitorio a ponerse la cazadora, aquélla de color azul oscuro que le había regalado su abuela por Navidad. Cogió la mochila, que estaba tirada en el suelo debajo del escritorio blanco.  Su madre le ayudó a ponérsela y poco menos que la arrastró a la puerta de la entrada mientras iba apagando luces y cerrando puertas a su paso.

En el coche siempre le entraban más ganas de dormir, aunque no le daba tiempo, porque la escuela estaba a tan sólo diez minutos de casa. Además, su madre siempre ponía la radio demasiado alta. Qué sueño tenía. Lo último que le apetecía era empezar aquel miércoles oscuro escuchando a la señora Fay hablar de sus ecuaciones de primer grado. No le gustaban nada las matemáticas y tampoco le gustaban las mañanas, así que la combinación era de lo menos apetecible.

- Venga, -dijo su madre- luego vendré a buscarte y te llevaré a merendar. Ahora tira a clase. Corre que te cierran las puertas. 

Marta sintió el ruidoso beso de su madre en la mejilla, así como el frío fuera del coche, la noche matinal y la pereza más absoluta. Luego vio el vehículo alejarse y se dio la vuelta para entrar en clase, pues no le quedaba otra alternativa.

...

Se hacía llamar Shelly. Tenía el pelo largo y rubio, pero natural. Los ojos eran preciosos, aunque con aquel cuerpo escultural, digno de una diosa griega, pocos la miraban a los ojos. Era algo pecosa y, a pesar de sus treinta y dos años y de sus pechos operados, conservaba un aspecto casi adolescente.

Marc Cooper la había llamado la semana anterior para que fuese a firmar los papeles del nuevo trabajo. Cada vez trabajaba más y cobraba menos. Había mucha demanda de mujeres de su edad, especialmente en su género, pero las de veinte seguían llevándose el primer premio. Necesitaba el dinero para pagar el alquiler, las facturas, la comida y la educación de su hija. Firmó el nuevo contrato y fue a hacerse las pruebas médicas. Si todo iba bien, el rodaje empezaría en diez días. Ya había rodado más de doscientas películas, muchas de ellas con la misma productora, y conocía a casi todos los actores con los que compartiría planos. Quien más y quien menos ya había eyaculado en algún lugar de su cuerpo en alguna ocasión.

El ginecólogo le tomó muestras de flujo vaginal, de sangre y de orina. Le palpó los senos y examinó su interior con un espéculo. El instrumento estaba tan frío que, al introducirse en su vagina, le provocó una contracción involuntaria. La exploración fue bastante rápida. El médico le dijo que le enviaría los resultados en dos días.

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Todos hablan de Shelly Lamour. Es un tema candente y aparece en los periódicos. Su fama es mundial, ha rodado muchas películas en Europa, con los grandes del género. La reina del porno duro, del fetish, del sexo anal. En la última convención, celebrada en Los Angeles, fue premiada por su trabajo en la película Big Gang Bang

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- Siéntese, por favor.
- Pensaba que me enviaría los análisis a casa. 
- Me temo que la cosa es demasiado seria como para poder explicarle por teléfono.

El doctor se sentó, carraspeó y cogió los papeles que había sobre la mesa. Shelly se sentó, nerviosa.

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Todo el mundo habla de Shelly por televisión. Algunos se sorprenden y otros no. Algunos culpan a la industria del cine porno. Otros culpan a la propia Shelly. Hay quien cree que sus padres no supieron darle una buena educación. Se habla de SIDA. Un médico alerta por la radio de los peligros del sexo anal. Un predicador de Omaha asegura que es un castigo divino, que Dios no permite la promiscuidad ni los vicios. Que la sodomía es un pecado horrible. Que Shelly está en el infierno.

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A Marta no le gustan las matemáticas. Le gustan las manualidades. Le gusta correr en el recreo con sus amigos. Le gusta la música. Su madre trabaja duro para que ella tenga de todo. Su abuela también se preocupa por ella. Y ella quiere mucho a su abuela, y a su madre. 

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Marta ya no es Marta. Esta madrugada ha muerto de sífilis en un hospital de Santa Rosa a la edad de treinta y cinco. A su hija sí le gustan las matemáticas.