sábado, 24 de noviembre de 2012

Naranjas de la China: Aprendiendo en Luan

Este post será un poco distinto al resto de publicaciones sobre mi estancia en China, pues mi reciente visita a Luan (en la provincia de Anhui) se ha dado por razones laborales y, por lo tanto, he dispuesto de poco tiempo para hacer de turista. Trabajo para una compañía de Singapur que ofrece educación internacional en institutos públicos en China y nuestros jefes nos comunicaron (en el centro en el que trabajo, en Wuwei) que iríamos unos días al intituto de Luan para que pudiésemos conocer a nuestros compañeros de trabajo a los que nunca vemos y para intercambiar ideas, procedimientos, etcétera.  Así pues, el martes nos pusimos en marcha y, tras cuatro horas de carretera, llegamos a Luan. Llovía muchísimo y además, las temperaturas en la zona llevan siendo muy frías varias semanas. Una bruma envolvía la ciudad y empañaba los cristales.

El instituto número 1 de Luan (en China, el número del centro indica su importancia y, a veces, también su antigüedad) es un gran complejo de edificios, algunos de ellos muy modernos, aularios, oficinas... rodeados de jardines. Allí nos esperaban Mary Ann, sudafricana de origen holandés, y Jean, que es filipina y ha vivido muchos años en Estados Unidos y en China, y además está casada con un inglés. Con ellas, trabaja Euro (sí, ese es su "English name"), una joven profesora china.

La empresa me alojó en el apartamento de Jean, que me ha tratado como una reina durante todos estos días. Además, por la cercanía de nuestras culturas (Filipinas fue colonia española durante casi cuatro siglos), nos hemos entendido muy bien y hemos trabajado de maravilla juntas.

Dado que la mayor parte del tiempo he estado en conferencias, clases y reuniones... he visto poca cosa de Luan, pero dejadme que haga mención de algunos lugares que merece la pena ver. Por ejemplo, es interesante una visita al restaurante de la revolución, y ver a las camareras vestidas con uniformes militares. La comida es excelente, picante y muy variada, y además, como casi todo en China, es barato.

Si se tiene un rato libre para pasear y el tiempo acompaña se pueden visitar los jardines de la universidad, con auténticos bosques de bambú, dar una vuelta por los alrededores del río Pihe,  o ir de compras a Renmin Road.

Como conclusión, se podría decir que Luan representa bastante bien el espíritu de las nuevas ciudades de Anhui, que crecen sin parar (y sin demasiado orden) y que, aun con poco que ofrecer, siempre es posible encontrar ese rincón hermoso que te recuerda que estás en uno de los países más interesantes del planeta.










lunes, 12 de noviembre de 2012

Naranjas de la China: Nanjing, la ciudad del cielo

Tras varias semanas de relax en Wuwei, este último fin de semana he ido a visitar Nanjing, conocida como la ciudad del cielo. Nanjing significa literalmente la capital del sur y, de hecho, ha sido la capital de China durante el reinado de varias dinastías. Esto supone que la ciudad tiene innumerables rincones históricos de interés, aunque yo no he podido ver muchos en mi primera visita por ser demasiado corta (pero volveré). 

Por lo poco que he visto de China hasta el momento, Nanjing merece sin duda una visita (o quizás más de una). Es una ciudad grande pero relativamente apacible si la comparamos con otras ciudades chinas, está todo bastante limpio, hay muchas hectáreas de parque, zonas peatonales, lagos y canales. Los templos se mezclan con los centros comerciales, los restaurantes, los mercadillos y los altos edificios de oficinas. Todo cabe en Nanjing. 

Llegué el sábado por la mañana con mi compañera Sarah, que además hace las veces de traductora. Nos instalamos en un hotel del centro de la ciudad, desde el cual es fácil acceder a los puntos claves de la misma gracias al metro. A menos de doscientos metros a pie encontramos el templo de Confucio, rodeado de canales, plazas, calles peatonales y árboles. Una preciosidad, especialmente de noche. En los alrededores del templo, cientos de pequeñas tiendas de artesanía, regalos, ropa, ... y muchos puestos callejeros de fideos, brochetas y todo tipo de snacks. Es apacible pasear por esta zona, ya que no hay coches ni motos, lo cual es rarísimo en China.

Más tarde cogimos el metro y fuimos a visitar el Nanjing Massacre Memorial Hall, un museo en el que se recuerda a las víctimas de la masacre de Nanjing, que tuvo lugar en 1937 durante la guerra con Japón. Los japoneses se encontraban enfangados en su afán por conquistar las ciudades chinas (algunas, como Shanghai, ya habían caído) cuando llegaron a Nanjing. En seis semanas, trescientos mil chinos (mayoritariamente civiles desarmados) cayeron ante el ejército japonés. Eso supone una muerte cada doce segundos. No es difícil entender que aún hoy haya tanto resentimiento hacia los japoneses en este país y que cualquier pequeña ofensa pueda volver a hacer saltar las chispas. A los chinos se les adoctrina desde pequeños en el odio hacia todo lo japonés y, aunque la masacre fue horrible y los japoneses han cometido muchas crueldades a lo largo de su historia, no debemos olvidar que no hay apenas naciones en el mundo que tengan las manos limpias de sangre y los propios chinos manchan las suyas con la de los tibetanos de vez en cuando, por poner un ejemplo. El museo es bonito, pero visto desde la objetividad de alguien que admira la cultura china tanto como la japonesa, hay mucha propaganda pro-régimen y mucho mensaje subliminal latente. Aún así, desde luego que este lugar merece una visita.

Por la tarde, Sarah y yo decidimos ir a cenar a un restaurante italiano del centro que se llama Ciao Italia (sí, muy original). Uno no sabe cuánto ama la pizza hasta que se pasa dos meses sin comerla. Después de cenar, fuimos a un pub irlandés, el Finnegan's Wake, regentado por un escocés, Ian Ross, un enamorado de Madrid con el que tuvimos el gusto de charlar y que fue muy amable con nosotras. Si vais a Nanjing os recomiendo una visita a este lugar, con buena cerveza y música en directo. Sí, ya sé que no es muy chino que digamos, pero llevo dos meses aquí y, dado que en Wuwei no hay mucha vida occidental, de vez en cuando agradezco una cerveza y una hamburguesa mientras escucho The Wind that shakes the Barley.

La noche terminó en el Mazzo 1912 Night Club, un local con muy buena música para bailar (el DJ es marroquí y es francamente bueno), muchos expatriados, muchísimos chinos y, lo más importante, acceso gratuito. Allí estuvimos bailando hasta que nos echaron a eso de las tres de la madrugada.

El domingo hicimos poca vida cultural, necesitaba ropa de invierno, así que fuimos de compras toda la mañana. Una cosa buena de Nanjing es que hay shopping para todos los bolsillos: en un lado de la calle puedes ver mercadillos donde encontrar gangas increíbles y en el otro tienes Dior y Armani o centros comerciales con precios intermedios. Después de comer tomamos el autobús de vuelta a Wuwei, un trayecto de tres horas y media por carreteras llenas de baches y viendo una película china indescriptible. 

Lamento no haber tenido tiempo de ver nada más, pero pienso volver a Nanjing en cuanto pueda, hay muchas cosas pendientes que ver y hacer, y la ciudad me encantó.











martes, 6 de noviembre de 2012

Aún te recuerdo


Aún te recuerdo,
en los días grises
cuando yo misma me oscurezco.
Recuerdo esa tarde
y todas las cosas
que no pasaron.

Aún tengo días claros,
cuando no sueño
con tu pelo y con tus manos.
Pocas veces,
sin embargo
se me olvidaron.

Y vuelves a mí,
cuando ya no quiero
que vuelvas más.
Me persigue tu sonrisa
y no la puedo borrar,
ahí está, entre mis labios.

Si alguna vez te quise
o me quisiste
nadie lo sabe,
bueno, yo sí,
pero no voy a contarlo.