Camino por la noche, cuando el tiempo se para entre mis dedos, y te escucho.
Hablas y no dices nada, oigo tus palabras en el viento, que me aturden.
Un puñal por cada sonido que escapa de tu garganta y que se clava en la mía, y yo... ¿qué culpa tengo de tu deshielo?
Pones una trampa a cada paso de mi alma, y la recoges, deshilachada y la recompones, mal remendada y la haces jirones con tu discurso, que, de nuevo, quedó en nada.