Camino por la noche, cuando el tiempo
se para entre mis dedos, y te escucho.
Hablas y no dices nada,
oigo tus palabras en el viento,
que me aturden.
Un puñal por cada sonido
que escapa de tu garganta
y que se clava en la mía, y yo...
¿qué culpa tengo de tu deshielo?
Pones una trampa a cada paso
de mi alma,
y la recoges, deshilachada
y la recompones, mal remendada
y la haces jirones
con tu discurso, que, de nuevo,
quedó en nada.